“Sin Don Pablo Lucas Verdu”, por JUAN JOSÉ SOLOZÁBAL, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Madrid (El Imparcial, 28 de julio de 2011).
Podría decir que para mí el veraneo en Algorta no comenzaba hasta que, seguramente el día después de mi llegada, veía pasar justo por debajo del mirador desde donde ahora escribo, hacia la Avenida Basagoiti, a don Pablo Lucas Verdú. Iba con sus andares resueltos a darse una vuelta por el pueblo, con algún cometido doméstico, o a comprar el periódico.
Era más infrecuente que lo encontrara por los alrededores, quizás hacia el Molino o paseando por el bello malecón de Neguri, en el camino del faro, que yo suelo frecuentar. Don Pablo, catedrático de Derecho Político en Deusto, era de Salamanca, pero como tantos otros castellanos se encontraba en Euskadi como en casa. Adoptaba de ordinario una visión escasamente dramática de los problemas del País Vasco, por grave que fuera su apariencia, siempre con un punto de esperanza y sentido común, que yo estimaba en grado sumo. Creo que su entendimiento del País Vasco, que aquí se reconocía cumplidamente por el aprecio que se le profesaba, se basaba, tal vez primero, en una actitud de estima por el federalismo como forma política que el acogía como la muestra en lo territorial del liberalismo y el pluralismo.
Además don Pablo sintonizaba especialmente con dos rasgos del ambiente de la sociedad vasca. Me refiero al catolicismo del País que consideraba más auténtico que el del resto de España; y al antifranquismo que significaba a su juicio a amplios sectores de la sociedad vasca, percibible en todas las manifestaciones de su convivencia. Deudores de su magisterio se reconocen un buen número de excelentes cultivadores del derecho público, especialmente constitucionalistas, pertenecientes al claustro de la Universidad del País Vasco. El mismo fomentaría el estudio del pensamiento político vasco y diversas manifestaciones institucionales, forales o estatutarias, de la historia de Euskadi.
Don Pablo Lucas se había formado con Enrique Tierno en Salamanca y siempre hablaría de él con deferencia y respeto, si bien sus intereses intelectuales tenían orientaciones diversas. Don Pablo prefería, frente a Tierno, la teoría constitucional a la social, y el derecho constitucional al pensamiento político propiamente. Conocía especialmente la teoría constitucional alemana de la época de Weimar(Schmitt, Smend, Kelsen) y propagó entre nosotros la obra de algunos comparatistas italianos como Biscaretti y Vergottini. Tal como lo veo hoy si en un tiempo nuestra estima intelectual por Italia fue excesiva, quizás estamos en una situación en que con poca finezza llevamos a cabo la confusión de sistema político y nivel académico, lo que resulta gratuito.
Lucas Verdú, sin duda, puso a nuestra disposición una estimable información de lo que se estaba llevando a cabo en nuestra disciplina y en otras vecinas, integrantes quizás más de una Ciencia del Gobierno que propiamente Derecho constitucional. Pero realizó dos importantes contribuciones. Me refiero en primer lugar a un estudio sobresaliente sobre el Estado de Derecho, que publicó en los últimos tiempos del franquismo en las monografías de la Universidad de Bolonia. Por lo que hace a nuestro derecho constitucional, aparte de una influyente monografía sobre la Ley para la Reforma Política, resultan esenciales, de un lado, su insistencia, recalcada en diversas contribuciones, sobre la historicidad de la constitución y, de otro lado, su idea de la fórmula constitucional, versión original del concepto de régimen, como construcción a partir de los valores y la disposición institucional de un determinado sistema político, establecida en la Norma fundamental.
Pablo Lucas fue un ejemplo no demasiado frecuente en los tiempos del franquismo de católico liberal. Su voz y su actitud de demócrata se hicieron patentes en condiciones no fáciles con valentía y vigor. No abundaban entonces. Muchos con agradecimiento tomamos nota de ello.
Le echaré de menos, en las mañanas del verano, en el cruce con la avenida de Basagoiti, desde el mirador aquí en Algorta, a la hora del paseo que él apreciaba tanto...
“El profesor D. Pablo Lucas Verdú: un maestro” por Por María del Coro Cillán García de Iturrospe, Profesora Titular Numeraria de Derecho Constitucional y Magistrada (El Derecho, 2 de agosto de 2011).
Una muerte más o menos esperada de un gran ser querido para todo el ámbito universitario del Derecho Constitucional español, siempre es muy dolorosa. Ha fallecido como consecuencia de un absurdo accidente de tráfico el Catedrático de Derecho Político y Constitucional, Don Pablo Lucas Verdú, una gran persona, un gran catedrático Universitario, un gran maestro en su disciplina tanto de muchos politólogos y constitucionalistas españoles y europeos.
Un gran luchador por la instauración de la democracia y además un demócrata convencido, generoso con todos sus alumnos. magnífico esposo y buenísimo padre de familia, muy amigo de sus amigos, con una educación exquisita en todas las ocasiones, manifestando un gran sentido del humor, castellano de nacimiento, profesor en la Universidad de Deusto, conocedor del pueblo vasco, de sus conflictos y de sus vicisitudes en los años en que impartió la docencia desde 1964 a1978; madrileño de adopción, donde impartió Derecho Político y Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, Académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, a la que acudía todos los martes del curso. Sus cenizas yacen en la ciudad donde nació su excelente y magnifica mujer, Carmen Murillo de la Cueva y Lerdo de Tejada, en Mérida, capital de la actual Extremadura y también de la Lusitania romana.
Don Pablo, como me gustaba llamarle, desde que lo conocí en su Seminario repleto de libros en la Universidad de Deusto, cuando había cumplido 18 años, nació en Salamanca el 20 de mayo de 1923 en el seno de una familia dedicada a la enseñanza; su padre fue Director General de Enseñanza Primaria en la II República Española. Estudió con gran brillantez la Licenciatura en Derecho, obteniendo el Premio Extraordinario de Carrera. En la Universidad Central de Madrid, cursó el Doctorado, leyendo su Tesis Doctoral en 1948, logrando también el Premio Extraordinario de Doctorado, dirigida por Don Nicolás Pérez Serrano.
Obtuvo en 1949 una plaza de Profesor Adjunto de Derecho Político en la Universidad salmantina. Se trasladó con una beca al Real Colegio de los Españoles de San Clemente de Bolonia, defendiendo su segunda tesis doctoral con el Profesor Battaglia, concediéndole el Premio "Luigi Rava". considerada como la mejor Tesis Doctoral de Derecho Público aquel Curso.
Cuando regresa a Salamanca impartió la docencia en la Cátedra de Derecho Político al lado de su gran amigo el Profesor Don Enrique Tierno Galván, con un elenco de catedráticos como Díez Picazo, Ramírez de Arellano, Elías de Tejeda, siendo alumnos, don Raúl Morodo y Don Pedro de Vega entre otros.
Posteriormente concursó en 1958, obteniendo la Cátedra de Derecho Político de Santiago de Compostela, donde conoció a Karl Schmitt, por ser suegro de Don Alfonso Otero, Catedrático de Historia del Derecho, aunque muy encantado en Santiago, que siempre lo recordaba con muchísimo cariño y afecto, aceptó hacerse cargo de la Cátedra de Derecho Político de la Universidad de Deusto en Bilbao, durante 13 años, en donde fue muy considerado por todos los alumnos, impartiendo clases, dando consejos y encauzando los conflictos que en ella se originaron en aquellos momentos políticos.
En Bilbao publicó los tres tomos del Curso de Derecho Político. Su vinculación y cariño al Pais Vasco han quedado demostrados en sus publicaciones, en materias jurídicas y no jurídicas, escribiendo artículos de opinión en el periódico El Correo Español-El Pueblo Vasco, otorgándole posteriormente el Premio de Periodismo, además siempre figuraba como Presidente del Tribunal de Licenciatura de la Facultad de Derecho, y, aunque fuera de Vizcaya, siempre mantuvo su casa de Algorta, y allí pasaba sus estancias veraniegas, se le dedicó un número monográfico en 2003 en la Revista de Estudios de Deusto y sus amigos, don Adrián Celaya, don Juan Churruca y José Guerra San Martin, q.e.p.d le organizaron un sentido homenaje por medio de la Asociación de Antiguos Alumnos de Deusto. El Profesor Lucas Verdú era muy querido en la Universidad de Deusto, en Bilbao, en Vizcaya y en el Pais Vasco.
Durante el año 1977 se trasladó a la Universidad de Valladolid y en 1978 ocupa la Cátedra de Derecho Político de la Universidad Complutense de Madrid hasta su jubilación en 1978, si bien siguió siendo Catedrático Emérito. Don Pablo se dedicaba intensamente a dirigir Tesis Doctorales, a formar parte de Tribunales de Tesis, a formar parte de Comisiones para ser profesores y catedráticos de la asignatura de Derecho Constitucional, en la que con él, actuando como Secretario en 1986, obtuve yo plaza de Profesor Titular de Derecho Constitucional de Cáceres de la Universidad de Extremadura.
Aparte de su extensísima labor docente en España, desempeño al que hay que añadir que fue Director de Departamento de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid; Vicerrector de Ordenación Académica de la misma Universidad, Vicerrector de la Universidad Menéndez Pelayo. Académico de Ciencias Morales y Políticas, Doctor Honoris Causa de numerosas Universidades portuguesas e hispanoamericanas (Benito Juárez de Oaxaca –México-, "Nacional" de San Miguel de Tucumán, Argentina; "Lusiada" de Lisboa, Ponitificia Universidad Católica de Lima, Perú; "César Vallejo" de Trujillo, Perú; y Profesor del Instituto de Derechos Humanos de la facultad de Derecho de Cáceres, Universidad de Extremadura, desde 1984 a 1994, esta ciudad y su facultad le encantaban a Pablo, así como la Tuna de Derecho le había a rondar al Parador de Turismo, y de allí siempre le encantaba ir a Mérida con su adorada Carmen a dar una conferencia a la U.N.E.D. y visitar la Asamblea de Extremadura, cuyo Presidente don Antonio Vázquez había sido alumno en Salamanca. y donde reposan actualmente sus cenizas.
En la doctrina constitucional española, su producción es extensísima y absolutamente esencial para España, Europa, América del Norte y del Sur, que desarrolla desde sus comienzos. Su labor de publicación de libros, artículos de revistas es ingente en materia de Ciencia Política, de Teoría del Estado, de Sociología Política y del Derecho Constitucional sobre el Estado del Derecho, Derechos Humanos, Teoría de la Constitución, Historia el Constitucionalismo europeo ,americano y español y del Derecho comparado. Derecho electoral y Derecho europeo. Se consideran sus libros más importantes Los Principios de Ciencia Política, El Manual de Derecho Político, El Curso de Derecho Político, La Octava Ley Fundamental, El Sentimiento Constitucional, La Lucha contra el Positivismo Jurídico, La Constitución Abierta y sus Enemigos, Teoría General de las Relaciones Constitucionales, Teoría de la Constitución como Ciencia Cultural y es de destacar el estudio sobre los valores superiores del ordenamiento constitucional español y su último libro publicado Materiales para un Museo de Antigüedades y Curiosidades Constitucionales. En sus últimos momentos estaba escribiendo sobre El Espíritu de las Leyes de Montesquieu.
Gran conocedor del Derecho Politico y Constitucional comparado, traductor del libro del Derecho Constitucional de Vergottini, amigo de Duverger, Prelot y Hauriou, de Lavroff, Seurin, de todos los italianos, concretamente Biscaretti di Ruffia, tradujo el Derecho Constitucional de los portugueses Jorge Miranda y Joseph Joaquin Gomes. Gran conocedor de los alemanes Schmitt, Kelsen, Smend y de todos los constitucionalistas alemanes de su época.
Amigo de todos los politólogos y constitucionalistas españolas cuya enumeración sería muy exhaustiva, dada su buena relación con casi todos.
Creó su propia Escuela, tanto en Salamanca, como en Santiago, como en Deusto y en Madrid; todos estamos muy agradecidos a don Pablo Lucas Verdú, todos lo recordaremos, su esposa Carmen, sus hijos Pablo, Enrique, Conchita, MariCarmen, Fernando y Patricia, sus compañeros, catedráticos, su escuela de profesores universitarios, sus discípulos, como la gran persona, como el gran maestro, como el gran académico, como el gran demócrata, como el gran generoso en todos los aspectos de la vida, desde Mérida, la Emérita Augusta seguirá impartiendo sus enseñanzas.
“En recuerdo de don Pablo Lucas Verdú”, Raúl Canosa Usera (Diario La Ley, Nº 7677, 20 Jul. 2011).
Profundamente conmovido por la muerte de mi maestro, Don Pablo Lucas Verdú, comparto este dolor con tantos otros, discípulos directos suyos y con quienes sin serlo disfrutaron de su magisterio y bonhomía. Muchas veces he repetido que mi gran suerte en la vida universitaria fue que Don Pablo aceptara dirigirme la tesis doctoral, a instancias del gran romanista y paisano suyo, Don Juan Iglesias, fortuna cifrada no sólo en el gran conocimiento científico que acumulaba y en la generosidad con que lo brindaba, sino, en especial, porque desde entonces he contemplado la Universidad con la mirada que él me enseñó: una institución, con todo, llena de grandeza. En efecto, Don Pablo encarnaba lo mejor de la Universidad: el maestro que orienta, apoya, conversa con sus alumnos y los hace no sólo más sabios sino más libres, mejores personas. Hoy más que nunca deseo expresar el orgullo de contarme entre sus discípulos y compartir con los demás una escuela que no fue tanto de método sino de actitud ante la vida, de libertad para buscar desde esas profundas raíces que él nos mostró, el aire de nuestras inquietudes.
El profesor Lucas Verdú accedió pronto a la cátedra de Derecho Político en años difíciles cuando un constitucionalista había de coexistir con un régimen político sin Constitución. Pero el maestro cultivó siempre desde sus convicciones democráticas los grandes asuntos del Derecho Constitucional que conocía perfectamente y que expuso antes que nadie en España. Cultivador al fin del enciclopédico Derecho Político de entonces, se aproximó también a la Ciencia Política y al análisis del pensamiento político. Nadie como él ha manejado las fuentes y alcanzado su grado de erudición, para crear una obra científica puesta al servicio de los derechos humanos y de los ideales democráticos, porque en Don Pablo la postura ética y la científica se completaban a la perfección. Su paso por las universidades de Salamanca, Santiago de Compostela, Deusto, Valladolid y, al fin, en la Complutense le permitieron sembrar una semilla que también germinó en Iberoamérica, donde fue reconocido con varios doctorados honoris causa.
Con pocas excepciones sucede que los mejores son a la vez los más sencillos, las personas más amables. Así era Don Pablo, a quien acompañaba además un sempiterno y finísimo sentido del humor. Demostrando estas cualidades, en la última lección que pronunció con motivo de su jubilación en el abarrotado Salón de Grados de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, tras citar a Unamuno: «el nombre es el hombre», casi candorosamente nos pidió que entre otros muy conocidos por su saber y hacer, le hiciéramos «un sitio pequeñito y algunos acaso recuerden con afecto mi nombre» porque ello sería «la máxima satisfacción de mi vida académica».
Y como recordar significa etimológicamente pasar por el corazón lo que una vez estuvo en él, a Don Pablo lo recordaremos siempre y le guardaremos un sitio muy grande, con el afecto que con tanta generosidad nos prodigó durante su vida.